aunque dan ganas de mantenerse en silencio, en mucho mucho silencio después de un fin de semana enloquecido por el ruido mucho ruido excesivo enloquecido ruido humano que aquí parece hacerese sinónimo de fiesta junto con el alcohol, el guaro puro y duro a propósito de cualquier motivo secundario sin importancia como pasear a engalanado caballo, cumplir años o cometer matrimonio, anunciar la muerte, incitar al consumo o celebrar encuentros o reyertas deportivas.
hablaba con otros gatos ya el viernes, tranquilos en un central alféizar del centro del desmoronado centro de la ciudad, y debíamos detener la plática -y su escucha- a cada tanto a cada tonto perifoneo que cada tres minutos amenzaban ya el cruel fin de semana a que nos hemos visto sometidos.
y sabemos que estos humanos no se dan cuenta, se acostumbraron, el hombre es un animal de costumbres, como dicen los judíos ortodoxos y como decía hitler... pero eso no quita para un nuevo y serio intento bueno de hacerles entender que cuando todos se hayan quedado sordos si es que no lo están ya, qué, entonces ya para qué las orejas y oídos, los lindos matices de una voz querida, de una música ensoñadora, del rumor del campo y de su agua y sus vientos, para qué ya entonces nuestra propia voz si no nos la podrá escuchar nadie...
empiecen por abandonar la bárbara o bélica costumbre de su sirena de seis y doce, qué alivio no vivir en la mejor cajetería de estelí, ya no hay bombardeos, los incendios se avisan por celular, celular tienen hasta las ratas y los celulares sirven de despertador y avisador que sólo escucha quien lo necesita a la hora que lo necesite.
prohíban el perifoneo, nada más feo, horriblemente antiestético, espantador de visitantes, ensuciador de aires, gasto estéril, agresión gratuita y para nada, abuso y violación física perversa demente de la intimidad.
prohíban el continuo y fácil y obsesivo enfermizo abuso del claxon y la bocina, la alarma sin lugar ni sentido. pare ya el taxista, el condutor bestial habitual, el motorista o el busero de desbordar aceras, invadir casas, violentar serenidades con su pito su claxon su bocina bocinera vocinglera.
aislen heremeticen obliguen a ello que hay medios los excesos de discotecas y salas de tortura dizque musical o danzante. que fuera o en casa casi nadie lleva tanta cocanfetamina barata o guaro mezclado o monte braseado como para soportar hasta las mil y quinientas sus reguetones repetitivos de monos enloquecidos con tambor a disposición y con perdón de los monos.
separen negocios malsanos en sus ruidos, talleres, lavaderos, fábricas y bodegas de trasiego de las que deben ser santuarios de la persona y sus necesarios silencios de descanso, reflexión o disfrute, las casas de habitación y sus patios de frescor tranquilo que deben ser salvados del espantoso malsano incendio del ruido.
mientras tanto, seguiremos enfermos y solos, encarcelados y aislados en nuestra sordera.
esta mañana a las cuatro, cuando ya pachamama notó que estelí se había por fin callado, ahíta de bacanal, orgía acústica y festín de sinrazones, se ha puesto a llorar por ella y su sordera... ya son las seis, suena la sirena una vez más, pachamama sigue llorando, parece que va para largo.