jueves, 19 de noviembre de 2009

una siesta muy activa (runruneo prolongado y refunfuñe final)

Me eché un ratito esa siesta felina de tan saludables beneficios múltiples y resulta que llevo dos días durmiendo.

Pero ha sido un sueño hiperactivo, paradójicamente muy productivo, diría yo. Verán y les cuento:

Sonaban suaves abucheos de suculentas torcaces, más las consabidas ráfagas de presión del taller y lavacarros que suele estropearme tantos descansos (a ver cuándo dejan de mezclarse churras con merinas y la estrambótica gestión municipal nos “desmezcla” madrigueras o casas de habitación y tan honorables como incompatibles negocios, talleres y otras fábricas de ruidos, emanaciones y miasmas propios de algunas industrias y labores, marcando las zonas adecuadas a cada uso y sus condiciones, y todo lo que a cada uso interese, que más llevadera y agradable resultaría la existencia de los unos y más fructífero y rentable el trabajo de los otros; ¿o es que el lavador de carros o el carpintero no reside al final de su ardua faena en vivienda en la que desea calma a su yacer, serenidad en su yantar y silencio para su reposo? ¿no estaría más descansado a la vuelta a su labor, más productivo para consigo y amable para el cliente, que es lo mismo, y menos agobiado en el compromiso de la responsabilidad?). En fin que estaba yo en la faena de ligar mi obligado sueño (que si no, luego felino no colige) cuando caí en trance de duermevela, que ya habitual se me hace en tales condiciones de reposo.

y si recuerdan, había estado tanto paseando con conocidos o a mi aire, fijando en la retina y filtrando con el seso todo lo que en mi ciudad es de atender y preocupar, que duermevela, hermano menor de sueño me hizo tomar asiento junto a tres curiosos y al cabo de poco entrañables personajes.

la primera (empecemos siempre por ellas, como por ellas siempre comienza este país, que con el macho suélese acabar), sentada sobre sus piernas cruzadas, cimbreaba su recia figura sin edad y canturreaba:

Río Musawás
reverberea de niños y mujeres
bañando y lavando ropa.
Otras, por el cerrito empinado
suben hacia el poblado
con sus panas de colores.
Entre las rojas heliconias
del río, los pipantes orillados
semejan cocodrilos rayados,
durmientes calados
en Bosawás.

Los niños de Musawás
cual mariposas
o ranas acharoladas
se posan
de piedra en piedra
buscando el agua.

A mitad del río
un guapote salta
con giros brillantes,
una lanza Mayangna
veloz lo ensarta
por las branquias
sangrantes.

Hoy navego a Punsamuk.
Llevo pejibayes, guineos y mangos
y una colcha de tunu
para el frío de la tarde.

Voy a parir al Hijo Mío
Sola, en la soledad de mi pipante.

Mi nombre es Mujer: ¡Soy Mayangna!


luego quedaba a mi frente una sombra, sí, simplemente una sombra que en un momento me parecía ver de pie y al cabo la veía sentada dando otra sombra a su espalda, como si se moviera sin moverse frente a una llama de ocote.


esa sombra con sombra, me susurró duermevela al oído, una vez de pie, otra sentado,
es un cacique ulwa de matagalpa; de joven se perdió en la cueva de las salinas y jamás encontraba la salida; ya casi muerto de hambre y cansancio fue a dar con un duende y éste le prometió que lo sacaría; como el ulwa sabía de los duendes, que nada daban de cortesía, le preguntó que a a cambio  qué quería; el duende le dijo que salir de la cueva, cosa que él sólo no podía; el ulwa muy desfallecido asentía, pero como buen cacique su ajuste hacía: "yo te doy la salida, tú la eterna vida"; el duende dio dos vueltas de alegría y en un soplo los dos de la gruta partían; de camino a la aldea, ya el ulwa comprendía que el duende ahora era su propia sombra convertida; así había burlado a la cueva y del cacique también se reía: porque cuando aquél murió solo su sombra dejó en vida; y ahora dos sombras son, más o menos avenidas , cuando la una quiere están de pie, cuando la otra se niega no.


joder con el duermevela, me dije, ¿tendrá que ver el compresor del lavandero con el calentón poético que me le entró? 


así que me fijé a mi izquierda y percibí al cuarto presente: se trataba de un tematchiani, un maestro náhuatl. la presentación esta vez fue más breve. él me preguntó:
¿ken tika? (¿cómo estás?), 
y yo, como que hablara náhuatl desde chico le respondí: 
kuali, tlasojkamati, ¿iuan te? (muy bien, gracias, y tú)... cosas del duermevela.


y acto seguido, se enredaron a preguntarme por estelí, que cómo lo veía, cuánto hacía que estaba aquí, si estaba a gusto en nicaragua, cómo estaba el trabajo en españa, en fin, la clásica conversación con el turista de turno. y yo, un poco mosca por mi asumido papel de lugareño, nuevo pero lugareño, preocupado e interesado por la ciudad en la que ya vivo, se me ocurrió encender la laptop y dársela para que se la fueran pasando (a la sombra doble se la sostuvo delante el maestro náhuatl) y leyendo mi pliego de cordel de día impar, un poco porque ya el sueño me impulsaba a no alargar demasiado la plática.


pero que si quieres arroz: aquello se fue extendiendo, creo que animados ellos por lo que me habían leído y yo por la singularidad de mis invitados, y acabamos arreglando el mundo en estelí y para los restos.



 la estelí de la que hablamos


llegamos a sonados acuerdos sobre cómo organizar a los muchachos que nos pintaban las calles, definiendo zonas, barrios, temas estilos y mensajes, ampliar el planteamiento de forma que se recuperara la identidad perdida en el tiempo, las crueldades de la guerra y todas las necedades que la han seguido; que hiciéramos revivir su petroglifo y engalanáramos permanenetemente unas calles que ahora tanta falta les hace; que se diera una imagen nítida, orgullo de habitantes y aliciente de visitantes; que fomentara la imaginación colectiva y la práctica del arte y la cultura; que sirviera para conocernos y que nos conozcan mejor... para mejorar... ¡con tanto que una escuela de arte puede dar, que hasta célebres ciudades griegas o romanas, babilonias, egipcias o aztecas, fue por su arte que se conocieron y admiraron...


y de ahí estábamos a un paso de, cómo no, recuperar el teatro y cine, la plaza, su catedral y su parque, rehacer a conciencia los museos, construir jardines de recreo y arbolar frondosas las asoleadas calles, instalar campos deportivos en condiciones y para todos...; y la industria en sus trepidantes sitios y las viviendas en sus tranquilos espacios...; y hacer habitable la ciudad como nunca lo llegó a ser...



la estelí que, para empezar, queríamos


y ya se me iban por los cerros de úbeda, proponiendo manifestaciones a la nicaragüense, como los japoneses hacen su huelga a la japonesa, la primera el día 21, en las que en ves de gastar un platambre que no tenemos en tirar para la capital casi sólo para tirar o que nos tiren tiros, a cuenta de cosas que ninguna marcha va a resolver porque nadie escucha a las marchas, nadie las hace caso y a nadie sirven salvo a los que sólo las utilizan manipulando luego cifras y descifras, consignas y contrasignas, morteros y contramorteros... en vez de hacernos de nuevo carne de cañón para nada, pues manifestarnos en positivo, yendo a arreglar cosas y ayudar a gentes que en el campo lo necesitan, que en los barrios no tienen, que en su casa de todo falta; cambiar palabras y gritos por quehaceres, hablares por trabajares; poniendo en común la comida y la alegría, dándonos ideas y ánimos, ocupación al que le falta y sentido de su vida al que no lo tiene; porque, las manifestaciones, los cambios, las revoluciones, las mejoras se hacen familia a familia, casa a casa, calle a calle, barrio a barrio..., así hasta muy al final llegas a ciudades y paises que nunca se debieran gobarnar desde arriba sino desde abajo, nunca desde siglas ni organizaciones ni salas ni asambleas ni templos que no esté parados, a pie y en la calle o el suelo, rabajando hombro con hombro sin distingos ni señores ni dones ni licenciados ni ingenieros ni comisionados ni comandantes ni coroneles ni generales ni presidentes ni diputados ni senadores ni primeras ni segundas damas, simplemente personas sin otro rango que el de su cometido asumido, de sol a a sol, solidario y en paz con todos porque todos le deben la paz y...


y ahí propuse levantar la sesión con un sonoro bostezo, que ya mi nombrado Consejo de Sabios (por ellos) y Ancianos (por mí) amenazaba con hacerme pasar del grato duermevela al insoportable insomnio. deportivamente me aceptaron la moción y quedamos para otro día, ellos sumidos en sus pensamientos con un fresco de maracuyá, especialidad de mi duermevela (a las sombra sólo le pude ofrecer tabaco), y yo cayendo en mis añorados brazos de morfeo.


esta mañana me levanté eufórico acordándome del Consejo y sus consejos... pero luego he pasado el día refunfuñando: vi la televisión a primera hora y todo sigue como antes.

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